lunes, 22 de diciembre de 2008

Proyecto de construcción de viviendas de bajo costo en Paraguay

Elsa Zaldívar: soluciones nuevas para resolver viejos problemas
Su proyecto de fabricación de viviendas de bajo costo en Paraguay, que acaba de ser distinguido como una de las cinco iniciativas internacionales del año, promete frenar tanto el déficit habitacional como el avance de la deforestación en ese país

Cuando los viejos problemas persisten, es hora de buscar soluciones nuevas". Elsa Zaldívar nunca imaginó el alcance de sus propias palabras cuando, en 1996, se propuso desarrollar un emprendimiento productivo que, al menos, le pusiera algún tipo de traba al avance de la pobreza entre los campesinos de la región paraguaya de Caaguazú.

Pero el resultado de la búsqueda de esta activista social no sólo abrió un nuevo nicho dentro del sector agrícola sino que dio origen a uno de los cinco proyectos internacionales que la Fundación Rolex acaba de distinguir con el Premio a la Iniciativa 2008: la construcción de viviendas a un costo muy accesible, utilizando desechos vegetales y plásticos como materia prima.

Del reciclado de estos materiales se obtienen unas placas resistentes con la que pueden construirse tanto muebles como casas, sin necesidad de recurrir a la madera.

Esto último es singularmente importante en un país como Paraguay, en donde la deforestación -mencionada por algunos sectores como la contracara de la bonanza sojera- dificulta aún más la búsqueda de una salida del déficit habitacional que padece ese país. Hace pocos meses, cuando asumió el actual presidente, el ex obispo Fernando Lugo, la flamante administración estimó en más de cuatrocientas mil a las familias que carecen de una vivienda digna.

Mágica lufa
Pero para contar esta historia es necesario volver a 1996 y hablar de la lufa, un vegetal de la familia del pepino que, por entonces, crecía en las casas familiares sin ningún tipo de cuidado y que, una vez seco, da origen a lo que conocemos como esponja vegetal, utilizada, por ejemplo, con fines cosméticos.

Esa fue la especie elegida por Zaldívar, por entonces integrante de la ONG Base ECTA, para cultivar junto a un grupo inicial de quince campesinas sin mayor expectativa que su posterior cosecha, manufactura y comercialización.

Hija de un ex senador y de una ceramista, esta mujer de 48 años que ejerció poco y nada su profesión de comunicadora social reconoce que el apoyo de sus padres fue fundamental en aquel entonces. "Comenzamos a cultivar lufa en una finca de mi padre, mientras mi madre colaboraba activamente en la investigación de todos sus posibles destinos comerciales", recuerda en diálogo telefónico con LA NACION.

Cuatro años más tarde, las quince productoras ya sumaban doscientos hombres y mujeres, y las mil esponjas resultantes de la cosecha inicial se habían multiplicado por setenta. La producción tenía una excelente penetración tanto en el mercado local como en el internacional y los productores campesinos ya se habían organizado en una cooperativa.

Pero una cualidad extra de la lufa impidió que la historia culminara allí, con el relato de un exitoso emprendimiento campesino. "A mí me habían dicho muchas veces que la lufa es un buen aislante del sonido y del calor. Entonces yo pensaba: ?con esto tiene que poder fabricarse un cielorraso´. El secreto era encontrar a alguien dispuesto a sumarse al desafío, y esa persona fue Pedro Padrós, un ingeniero español al que yo conocía y que se mostró interesado en experimentar", relata Zaldívar, hoy directora de Base ECTA, organización que funciona en el mismo edificio en el que vive con su marido y sus tres hijos.

Debieron transcurrir numerosos ensayos hasta que Padrós encontrara la combinación exacta de materiales para obtener una placa resistente: por un lado, los residuos de la manufactura de la esponja vegetal, más todas aquellas que, por no contar con calidad suficiente, no eran aptas para la venta; por el otro, desechos plásticos a modo de aglomerante, y por último, la estructura de la tela de yute. Todo, procesado en una máquina creada y construida por Padrós, con los fondos obtenidos con un crédito del BID.

"Inicialmente, el costo de una placa de un metro de alto por 44 centímetros de ancho era de 6 dólares. Hemos logrado reducirlo a 2,50 dólares, por ejemplo, mezclando la fibra de lufa con chala de maíz y con hojas de caranday [N. de la R.: una especie de palmera que crece de manera abundante]. Pero sigue siendo costosa para los sectores más empobrecidos. Por eso estamos en la búsqueda de un reemplazo del yute para seguir abaratando su precio. Además nos proponemos construir una máquina que permita placas más anchas", explica la mujer.

Hasta ahora hay dos "monoambientes" fabricados con estas placas. Uno se encuentra en la sede de Base ECTA y funciona como estudio. El otro es utilizado como laboratorio. Además, se construyeron algunos toldos para garage. Todos son usados por personas dispuestas a experimentar con este prometedor producto, del que todavía no se conocen todas sus propiedades.

Zaldívar lo reconoce. "En estos momentos estamos haciendo todas las experimentaciones posibles con las placas para estudiarlas a fondo. Al mismo tiempo, estamos negociando con la facultad de Arquitectura y Diseño algún tipo de certamen para dar con el modelo de casa más digno y económico. Una vez que tengamos los proyectos ganadores, construiremos los prototipos con los fondos obtenidos con el premio Rolex."

El dinero en cuestión -cien mil dólares- también se destinará al dictado de cursos y otras formas de capacitación para quienes manipulen las placas. Además, está prevista la producción de un documental cuyo objetivo será difundir esta experiencia en otros países.

"Comenzaron a contactarse conmigo personas de otras nacionalidades interesadas en replicar la experiencia. Yo estoy segura de que es algo más sencillo de lo que parece. Basta con tener algún vegetal fibroso. Pienso en el coco de Brasil: creo que su fibra podría reemplazar perfectamente a la lufa. Lo importante es que no se quiebre al secarse", dice, casi a modo de consejo.

Las proyecciones apuntan a febrero o marzo del año próximo como inicio formal de la actividad en el país vecino. La venta y capacitación para la construcción estará a cargo de una empresa compuesta por los desarrolladores del proyecto. Entre ellos, la propia Base ECTA, que reorientará los fondos que vaya obteniendo hacia otros proyectos sociales. "Paraguay es un país colmado de necesidades -se lamenta-. Tantas, que lo nuestro es sólo un complemento".

En cualquier caso, este proyecto invita al optimismo: hoy cabe pensar que es posible satisfacer una necesidad con soluciones ingeniosas, inclusivas y, sobre todo, respetuosas del medio ambiente.

Lorena Oliva
© LA NACION

Quién es
Nombre y apellido:
Elsa María Zaldívar Rolón

Edad:
48 años

Más de 20 años de activismo:
Es hija del ex senador Juan Carlos Zaldívar y de la ceramista Keka Rolón. Comuicadora social de profesión, está ligada a las organizaciones sociales desde hace más de dos décadas. Ingresó en 1992 a la ONG Base ECTA, de la que hoy es directora. Está casada y tiene 3 hijos

Emprendimiento producitvo:
Profundamente comprometida con la realidad de las mujeres campesinas de la región de Caaguazú, la búsqueda de un nicho productivo le hizo conocer en profundidad los benerficios de la lufa. Su proyecto de placas ecológicas ha sido premiado por la Fundación Rólex.

Fuente: Diario La Nación (Argentina). Domingo 21 de diciembre de 2008

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