lunes, 22 de diciembre de 2008

Articulando distintos actores sociales para una causa los resultados son positivos para todos

Diario La Nación (Argentina). Suplementeo Comunidad. Sábado 20 de diciembre de 2008

Roberto y Luciana viven en Alberti, Prov. de Bs. As. Una zona como tantas en el país, donde hay mucho por hacer.

Roberto tiene 30 años y un trabajo informal en la construcción donde gana $ 500 mensuales y un subsidio del Plan Jefes de $ 225, Luciana, de 29, hace las tareas de la casa y cuida de sus hijos de siete y cinco años. Ninguno de los adultos tiene secundaria terminada.

Viven en una vivienda de material con cocina, baño precario interno y dormitorio, y obviamente sin servicios tipo gas natural, cloacas, agua corriente.Todo muy sencillo.

Un día, la oportunidad llamó a sus puertas y no la dejaron pasar.

Una vecina, que trabajaba repartiendo folletos de una ONG, les acercó un volante de Microcréditos para Mejorar Viviendas. Lo pensaron y tomaron la decisión. Al poco tiempo ya estaban comenzando los trámites para obtener el crédito solidario. Para ello tuvieron que conectarse con otras familias que quisieran, como ellos, mejorar. Los créditos solidarios tienen muchas ventajas: hablan de solidaridad, de confianza, de desterrar prejuicios.

Ya van por el tercer tramo del microcrédito. Ampliaron el comedor, realizaron un baño nuevo completo, y en el espacio del baño anterior acondicionarán el segundo dormitorio para sus hijos.

Durante toda esta etapa los acompañaron las otras familias integrantes del grupo, una trabajadora social que les daba ánimo y sostén, y un voluntario arquitecto que con mucha competencia y calidez, les dibujó y explicó “la vivienda que ellos soñaban”.

Roberto y Luciana compraron los materiales en el Corralón Social Sume Materiales y utilizaron allí el bono de descuento por pago puntual del crédito. El trabajo de mano de obra lo realizaron juntos, incluyendo electricidad y plomería.

Hay otros actores sociales en este entretejido de voluntades. Son las personas que financiaron el microcrédito con sus aportes de dinero. En este caso, un grupo de jóvenes y generosos padres, que entendieron a la vivienda como una necesidad primordial para conformar una buena familia. Y salieron de sí mismos y ayudaron.

“El futuro de la humanidad se fragua en la familia” decía Juan Pablo II. Cuánta verdad! En la familia… con techo… podríamos agregar.

Luciana y Roberto respondieron a tanta buena voluntad con su esfuerzo, su responsabilidad y su compromiso. Y el círculo virtuoso cerró perfectamente. Sus hijos habrán aprendido una lección de vida que seguramente transmitirán a otras generaciones.

La tarea principal que realizaron los diversos actores de esta historia real fue la de hacer comunidad, la de darse cuenta que todos somos prójimos necesitados, que necesitamos sentirnos valorados y amados. Cada uno actuó en consecuencia, según sus posibilidades. La puesta en común de bienes se hizo realidad. Movilizaron energías, recursos y competencias. Crecieron y “desplegaron sus alas al viento”, como dice la canción de Eladia Blazquez. Qué más se puede pedir?

Vivimos en una época de incertidumbres, pero hay un potencial inmenso en nuestra sociedad, de lo que esta historia es solo una muestra. Es hora de dejar el miedo y la pereza y de asumir cada uno nuestro liderazgo como ciudadanos para operar el cambio que la Argentina necesita.

“Si, nosotros podemos”, ( “Yes, we can”) fue el slogan de campaña del recientemente elegido presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.

¿Podremos nosotros pensar en una reconstrucción patriótica que logre una verdadera comunidad sin excluidos?

Por este simple pero contundente relato mi apuesta es por el sí. Entonces… “me sentiré feliz y todas las estrellas reirán dulcemente” (El Principito, Antoine de Saint Exupery)

Beatriz Vedoya de Berasategui

Fundación Sagrada Familia

www.sagradafamilia.org.ar

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