jueves, 11 de junio de 2009

Hidroponia. Cultivos sin tierra

PRODUCTOS Y SERVICIOS EN ARMONÍA CON LA NATURALEZA
Emprendedores de las islas del Tigre: turismo más producción sustentable
En la zona del Delta, crecen los establecimientos productivos que ofrecen alojamiento y visitas guiadas. Además de trekking y clases de canotaje, en las islas se pueden tomar cursos de apicultura o hidroponia.

Diario El Cronista de Buenos Aires, Argentina. Suplemento Pymes. Jueves 11 de junio de 2009

Todo empezó con una historia de amor de adolescentes. Mónica y Arturo Villahermosa se conocieron en el Delta. Sus familias pasaban las vacaciones en casas enfrentadas y divididas por el arroyo Espera, que por entonces sólo se cruzaba en canoa. Y después de pasar toda una vida juntos, tener hijos y un negocio en el barrio de Flores, en Buenos Aires, en 2002 decidieron volver a vivir en la isla, a 30 minutos en lancha desde el puerto de Tigre. La primera idea fue crear una huerta. Y un amigo los entusiasmó con los cultivos hidropónicos. Si algo sobra en las islas es agua...

Hoy, en el vivero hidropónico Villa Mónica se ofrecen cursos y se venden productos cultivados sin tierra. “Es un sistema de cultivo poco difundido en la Argentina, pero aportaría una solución inteligente al problema de la desnutrición, por su facilidad de implementación y su alto rendimiento”, dice Arturo. En 55 hectáreas de invernáculos, se consigue una producción similar de frutas y verduras a la que se logra en 1.200 hectáreas de cultivos convencionales. ¿Cómo es esto? En un metro cuadrado de tierra se pueden sembrar nueve plantas de lechuga, que se cosechan al cabo de 75 días. En cambio, con el sistema hidropónico se pueden sembrar 30 plantas por metro cuadrado, que están aptas para comer en 60 días. Suficiente para alimentar a una familia de cuatro personas, ya que se pueden intercalar con cultivos variados: tomates, berro, espinaca, rabanitos, berenjena y rúcula.

Hay cuatro esquemas para los cultivos hidropónicos: el primero se compone de tuberías ahuecadas, similar al sistema de riego por aspersión, aunque elevado y no subterráneo. El agua con nutrientes corre en forma intermitente por los tubos en un sistema cerrado, con lo que no hay desperdicio de agua potable. En cada orificio se coloca una semilla, que irá madurando hasta hacerse planta. El segundo esquema es una variante del anterior y consiste en colocar los cilindros en forma vertical. Es el más adecuado para cultivar frutillas, con la ventaja de que quedan limpias al sacarlas de la planta. El tercer esquema consiste en cultivos en macetas con una mezcla de turba y perlita en lugar de tierra. Es un sistema ideal para vegetales que crecen en plantas, como los tomates y berenjenas. El tercer esquema se denomina “floating” y es similar a colocar agua en una pecera con un sistema de oxigenación, arriba se coloca una plancha de telgopor agujereada, donde se siembran las verduras.

Un kit para empezar los cultivos hidropónicos cuesta $ 1.200, e incluye la capacitación. Si se saca la cuenta de cuánto una familia gasta en verduras y frutas en un año, la inversión es rentable. “Muchos pequeños productores que destinaron sus terrenos a la soja están tomando cursos de hidroponia para autoabastecerse y complementar sus ingresos con la venta de frutas y verduras”, dice Antonio. Por otra parte, “cada vez más personas se vuelcan a la alimentación natural, y hay pocas cosas tan gratificantes como cultivar los propios alimentos. Con el agregado de que los cultivos hidropónicos pueden hacerse hasta en un balcón”.

La propuesta que Mónica y Arturo ofrecen en su vivero es pasar un fin de semana en las cabañas y tomar un curso básico de hidroponia. Para los turistas que sólo van por el día, la opción es tomar el té y hacer una visita guiada al vivero para conocer los conceptos básicos de este método de cultivo del futuro.

El sabor de la miel

Marta Mattone es una pionera en el desarrollo de la apicultura en el Delta. Su padre fundó el establecimiento apícola Fe y Esperanza en 1946, y fue quien le enseñó el oficio. La familia de Marta vivió varios años en el Delta y luego se trasladó a Buenos Aires para que los hijos pudieran ir a la escuela. Sin embargo, una vez que se casó, a principios de los 80, volvió a vivir en la isla y retomó el negocio familiar de criar núcleos de colmenas, que es el insumo principal con el que trabajan los apicultores. Ni siquiera había luz eléctrica, y había pocos pobladores en la región. Una década después, resurgió el turismo y Marta se hizo conocida por la venta de miel pura y la producción de cerámicas en su taller. Los turistas que se acercaban hasta su casa en la isla de Tres Bocas para comprar miel, jalea y polen, comenzaron a interesarse por la capacitación. Marta implementó entonces cursos de cerámica y de apicultura. Hoy se ofrecen desde visitas guiadas al colmenar, hasta un curso completo de apicultura de tres meses. También, en combinación con otros emprendedores, se puede hacer trekking, canotaje, cabalgatas y pasar un día de campo con almuerzo campestre y merienda incluídos. Por otra parte, junto a su marido Sergio iniciaron un emprendimiento de cabañas turísticas (www.micasaeneltigre.com.ar). Hoy cuentan con cuatro casas totalmente equipadas en las que reciben a turistas de fin de semana (tanto argentinos como del exterior), y algunos inquilinos permanentes que se mudaron a las islas buscando una forma de vida menos acelerada y en mayor contacto con la naturaleza. “Uno aquí está alejado, pero al mismo tiempo está cerca del centro”, dice Sergio, quien viaja todos los días hasta su taller en el barrio de Villa Urquiza. “A mí me lleva 20 minutos llegar en lancha hasta una guardería en San Fernando, y de ahí son 30 minutos en auto o en tren hasta mi trabajo”, asegura.

En la época en que se fundó Fe y Esperanza, y hasta 1950, las islas del Delta eran el centro de producción frutihortícola que abastecía a Buenos Aires, y esto generaba actividades conexas, como la mimbrería para elaborar canastos. Pero la época dorada del Delta terminó con las inundaciones de los 50, reflejadas con crudeza en el clásico filme “Los isleros”, de Lucas Demare, con Tita Merello. Sin apoyo gubernamental, los pobladores perdieron todo y debieron emigrar hacia “tierra firme”. De los 25.000 habitantes que había, quedan apenas 5.000 permanentes, aunque según la Agencia de Desarrollo Turístico de Tigre, 60.000 personas visitan el Delta cada fin de semana.

Turismo sustentable

La actividad turística es hoy un pilar del desarrollo económico del Delta, desplazando a otras actividades extractivas e industriales. A partir de la crisis de 2002, se produjo un boom de desarrollos inmobiliarios con barrios cerrados y countries náuticos. Pero no se trata de un fenómeno nuevo. Durante la segunda mitad del siglo XIX la zona del Delta ya era un centro de recreación turística importante gracias a la visión de Domingo Sarmiento, quien instaló en una de las islas su casa de fin de semana, que se puede visitar como museo. Sarmiento insistió en las favorables posibilidades de desarrollo de las islas y luchó por los derechos de los colonos a poseer las tierras que trabajaban. Durante su gestión, la línea de ferrocarril a San Fernando se extendió a Tigre, lo que facilitó el comercio de productos del Delta, básicamente frutas frescas y sus derivados, y favoreció el establecimiento de lugares para pasar el día.

Desde la Agencia de Desarrollo Turístico del Tigre se promueven circuitos por las islas, como el de Tres Bocas, al que se llega tras 20 minutos de navegación en lancha colectiva, y se puede recorrer a pie, visitando distintos establecimientos productivos, restaurantes y casas de té. Uno de los más antiguos es el de La Riviera, que conserva el estilo original del “Recreo” construido hace 60 años.

Los emprendedores se agruparon en la Asociación Delta Natural para resolver problemas de infraestructura, como la recolección de basura. También participan de programas de capacitación, como el que llevan a cabo junto al INTA sobre “turismo rural y establecimientos agrícolas sustentables”, y arman promociones conjuntas para los turistas. Los nuevos isleros demuestran que es posible combinar producción, turismo y naturaleza para crecer en forma sustentable.

María Gabriela Ensinck

No hay comentarios: