miércoles, 12 de noviembre de 2008

El camino del envase

Diario La Nación. Revista. Domingo 2 de noviembre de 2008

Un recorrido paso a paso por la fabricación de los recipientes de cartón, aluminio y polietileno, donde se conserva buena parte de los alimentos y líquidos que consumimos en forma cotidiana. La materia prima con que se los elabora se extrae de bosques sustentables, y una vez utilizados se reciclan, una forma de recuperar lo que ya en apariencia no sirve, reinsertarlo en el mercado productivo y reducir el impacto ambiental de los residuos

Los bosques de Paraná, en Brasil, ofrecen la materia prima para el cartón, pero cada árbol usado es reemplazado por uno nuevo

TELEMACO BORBA, Paraná, Brasil.- Es un día de poco viento, dicen, y la suave ondulación que acuna la estructura de acero de la torre de vigilancia contra incendios es casi imperceptible. Al cabo del ascenso -equivalente a unos 10 pisos-, un espectáculo bellísimo se abre ante nuestros ojos.

En la fazenda Monte Alegre se respira profundo. Y se puede mirar bien a lo lejos: siempre queda horizonte. Eucaliptos, pinos, acacias, canelas, araucarias, cedros... ¿Quién diría que aquí, en este lugar, comienza el camino de muchos de los envases que utilizamos a diario?

"Para que un envase sea realmente reciclable debe cumplir varios requisitos. El primero, provenir de una fuente renovable, el cartón en este caso, pero obtenido de bosques y árboles continuamente regenerados", explica Estela Reale, responsable de comunicación de Tetra Pak, creadora del ya clásico envase de cartón, aluminio y polietileno con cuyo primer nombre fue bautizada toda una enorme gama de envases de alimentos y bebidas, llamados popularmente "tetra", que así pasó de ser una marca a convertirse en el sinónimo de un tipo de envase.

Tetra Pak llegó a la Argentina en 1979 y en 1986 instaló su fábrica, en La Rioja.

Pero la materia prima de sus envases, el cartón, viene de Brasil. Desde el lugar donde estamos. Mientras Estela Reale observa con atención las manchas de distintos colores de verde que van formando los cultivos de Monte Alegre, dice que no es ninguna casualidad que la compañía para que la que trabaja obtenga la materia prima de este tapiz natural. Es que en esta enorme selva subtropical conviven 216 mil hectáreas de bosques implantados (eucaliptos y pinos) junto a 177 mil ha de bosques nativos, y el equilibrio entre ambos garantiza la sustentabilidad del recurso, algo así como echar mano de la naturaleza pero sin descuidar la capacidad de reproducción de las especies vegetales, la diversidad biológica y la vida salvaje.

Monte Alegre pertenece a Klabin, una empresa brasileña que cumplirá 110 años en 2009 y que en 1998 se convirtió en la primera firma del sector papel y celulosa de América en recibir en 1998 la exigente certificación del Forest Stewardship Council (FSC), una ONG internacional sin fines de lucro que acredita los productos de origen forestal (madera, papel, tableros, corcho, carbón, etc.) extraídos de bosques del mundo bien gestionados desde un punto de vista social, ambiental y económico.

La nursery de las plantas
Ivone Satsuki Namikawa Fier, ingeniera forestal de Klabin, apura sus pequeños pasos orientales por los pasillos del enorme vivero y explica que la "nursery" de Monte Alegre es algo así como el corazón del lugar. Es que aquí se planifica cuidadosamente la tarea para garantizar que los bosques implantados de pino y eucalipto -las especies de las que se obtendrá el papel- se planten y crezcan determinado tiempo antes de ser utilizados. Y, además, que no desplacen en superficie a los bosques nativos.

"La nursery es el jardín clonado del vivero, el lugar donde están las matrices de los árboles de plantas seleccionadas, árboles para producir varias especies tanto de eucalipto como de pino", explica la ingeniera forestal. Las matrices se cultivan durante dos años y cada mes dan 5 o 6 cepas o brotes que se plantarán en el bosque después de que hayan alcanzado 30 centímetros de altura, en un lapso de cerca de tres meses.

"Esperamos 7 años antes de cortar un eucalipto -agrega-. Se pueden hacer tres talas: a los 7, a los 14 y a los 21 años. El esquema es así: se plantan 1600; a los 7 años se sacan los árboles más pequeños, por ejemplo, 800. A los 12 o 13 años, 400; quedan entonces otros 400 que tienen espacio para hacerse más grandes y aprovechar la madera."

Con el pino, en cambio, la técnica es diferente. "Para que dé papel hay que esperar entre 12 y 14 años -dice Ivone-. Si se deja crecer hasta los 20 años, la base va para madera; el centro, para papel, y la punta, lo más nuevo, para energía."

Con esta modalidad de trabajo se logra respetar los bosques nativos como corredores de biodiversidad: los bosques implantados son mosaicos dentro de la estructura de la floresta.

Conservar, ésa es la clave
¿Quién no lo recuerda? Hubo un envase que cambió la historia de los alimentos: el triángulo que contenía una leche que en nuestro país promocionaban tres simpáticas niñitas.

Las raíces de esa innovación, sin embargo, estaban bien lejos. Concretamente, en Suecia.

"Ruben Rausing, fundador de Tetra Pak, fue un economista sueco. Y los suecos son grandes consumidores de leche. A Rausing lo obsesionaba lograr un envase que se usara por única vez, en lugar de la botella retornable -dice Estela Reale-. En la década del 50 logró el primero de un uso único, que luego fue impermeabilizado, y en la década del 60 comenzó la tecnología aséptica: además de ser de un solo uso, no necesitaba refrigeración." Ahora, el envasado aséptico más el tratamiento aséptico del producto (con tecnología Ultra High Temperature, o UHT) garantizan la duración de la vida útil del alimento o de la bebida sin usar conservantes químicos.

Los envases contienen leche, jugos, sopas, agua, aceite de oliva, vino, té, bebidas de soja. Basta mirar las alacenas: su presencia en el mercado es, sencillamente, abrumadora.

Reciclar para vivir
PONTA GROSSA, Paraná, Brasil.- En medio de dos enormes camiones se ha formado una larga fila de gente. Todos ellos llevan una carretilla cargada de papeles de distinto tamaño, forma y color, envases de gaseosas, latas, cartones. Hay un cartel que dice: "Cambie basura reciclable por alimento". Y los vecinos responden.

Es uno de los pasos de una cadena insospechada, que consiste en la creación a partir de una materia prima singular: los residuos.

"El programa de recolección selectiva junta 80 toneladas mensuales, y se creó en 2005 por iniciativa de cuatro asociaciones de cartoneros que necesitaban material para pesar y prensar. El municipio puso una balanza y les dimos también varios camiones", explica el secretario de Agricultura, Abastecimiento y Medio Ambiente de esta ciudad, Laertes Blanchessi, quien agrega que el emprendimiento, llamado Feria Verde, se realiza en 63 puntos del municipio. "Todo esto, si no hubiera reciclaje, iría a parar al relleno sanitario", reflexiona. La propuesta es simple: por cada 2 kilos de basura se entrega un kilo de fruta y verdura. "Ya participaron 12.500 familias en 7 meses: por 820.000 kilos de basura reciclable se entregaron 410.000 de frutas y verduras. La basura se dona a las cooperativas de cartoneros, y el municipio compra la fruta y la verdura. La colecta dura una hora y media, y el camión después va adonde separan la basura los cartoneros", comenta.

Eliane, familia de origen italiana, es peluquera y mamá de un niño. "Vengo cada 15 días; toda mi familia, mamá, tía, y también vecinas, juntan la basura. Botellas, envases, papel, cajas de cartón de huevos. Me gusta mi trabajo; no vengo por necesidad, sino porque me parece importante reciclar los residuos. Traigo los envases limpios. Me llevo 10 kilos de fruta y verdura para mi casa."

"Estuve seis meses internado por problemas de drogas y alcohol. Ahora llevo comida a mi casa, a mis 5 hijos", explica en un portugués dificilísimo Orlando Gomes de Santos, un antiguo morador de Morino Sasco, una pequeña ciudad cercana a San Pablo.

"No es la primera vez que vengo a la cooperativa; antes hacía la colecta y les daba a mis vecinas. Lo necesito para mi economía, así no hace falta comprar en el mercado. Es muy buena la fruta y la verdura. Tengo marido y dos hijos", cuenta Marlene Alves.

"Vengo todas las semanas; traigo unos 20 kilos de envases. Juntamos mi suegra y yo; los hombres no están en casa. La familia con esto come mejor: la fruta y la verdura son caras. Tengo tres hijos, mi marido trabaja en metalúrgica. Vengo desde el principio, cuando comenzó", explica Solange Bach, de origen alemán.

El camión llega después a una de las cooperativas de la ciudad, llamada Asociación de Catadores de Materiales Reciclables Ciudad de Ponta Grossa (Acamaruva). Se separan plástico, cristal, cartón, pet blanco y verde, polipropileno, polietileno de alta densidad. Cada persona gana entre 90 y 100 dólares por semana. Hay 45 asociados y se separan en dos grupos para alternar el uso del local.

No hay ningún aroma que haga pensar en acumulación de residuos. "La gente los entrega limpios, porque sabe que es mejor", dice José, que hace un año y medio forma parte de la cooperativa. "Una semana estoy acá y otra en la calle; con este trabajo gano mejor que antes", agrega, y explica que la intendencia hace de intermediaria entre ellos y los compradores.

"Acá me siento mucho más segura que en la calle -explica Andrea, socia de la cooperativa, que es separada y mamá de tres chicos de 3, 8 y 12 años-. Antes trabajaba como empleada doméstica. Hace dos años, cuando se formó la cooperativa, vine para acá y estoy mejor."

Los recolectores separan, agrupan y enfardan. Cada fardo de residuos pesa 160 kilos: hacen falta 4 hombres para subirlo al camión.

¿Para qué se usan los residuos recuperados? Los fardos que contienen envases de cartón, polietileno y aluminio se introducen en una hidropulpeadora (una licuadora gigante) que agita la mezcla durante media hora y separa las fibras de celulosa del polietileno y el aluminio. Con la pulpa se fabrican cartón y papel reciclado.

El rezago que queda después de separar el polietileno y el aluminio de la pulpa (llamado strip) se tritura, y con este material pueden fabricarse tejas dobles, ladrillos, chapas onduladas, planchas. "Los ladrillos sirven para construir techos y son más fuertes que el cemento, porque es un material resiliente: absorbe el impacto. Es un poquito más caro, pero más noble, y protege del frío y del calor", describe Edilson Roth Batista, ingeniero de la Universidad de Ponta Grossa y propietario de una fábrica de estas tejas.

El papel recuperado y vuelto a triturar con el polialuminio permite fabricar por compresión térmica placas o chapas acanaladas, que se utilizan para muebles (por ejemplo, de cocina, ya que es hidrófugo) o como aislante.

Las técnicas de reciclaje avanzan cada día. Klabin no es solamente la mayor compañía fabricante de papel del Brasil, sino también la que más papel recicla en el Cono Sur. Asociada con Tetra Pak y otras dos firmas (TSL Ambiental y Alcoa) creó la primera planta en el mundo que maneja una tecnología especial para separar el aluminio del polietileno. "El polietileno vaporizado y vuelto a condensar -explica Tiago Facco, responsable en Comunicación de Tetra Pak Brasil- se recupera como parafina. Con el aluminio se hace un lingote que pesa 25 kilos, y para conseguir cada lingote hace falta reciclar 22 mil envases. Y está en estudio otra técnica más avanzada, para que el aluminio sirva nuevamente para hacer envases."

Con papel o cartón reciclado, ¿se pueden hacer otra vez envases tipo Tetra Pak? "No -dice Estela Reale con una sonrisa-. Nuestro objetivo está más allá. Buscamos completar el ciclo del envase, porque nos preocupa la sustentabilidad. De nada sirve sacar al mercado un envase cuidado en todos sus pasos y desde la cuna, si luego de utilizado le perdemos el rastro."

Por Gabriela Navarra


Para saber más:

http://www.tetrapak.com.ar/


http://www.fsc.org/


Cooperativa El Ceibo: ceibotb@arnet.com.ar
47755152 Paraguay 4742. Buenos Aires

Un ejemplo porteño
La cita es en la calle Paraguay al 4700, en Palermo, a las 8 de la mañana.

Ella es la primera en llegar. Se llama María Julia Navarro, tiene 58 años y nació en Santiago del Estero. Su vida no ha sido fácil: perdió todo y tuvo que irse a vivir debajo de un puente, salió de noche a cirujear -no sin miedo, ni vergüenza-, pasó hambre, pasó frío. Y soledad.

Hoy María Julia es encargada de los Recuperadores de la Cooperativa El Ceibo: coordina a quienes salen con su carro y su bolsón en días y horarios prefijados y recorren el barrio dividido en zonas para recibir lo que los vecinos (algunos, desde hace varios años) les guardan: botellas, cartones, papeles, plásticos, vidrios.

"Antes ha ido el promotor -dice María Julia-, que le explica al vecino nuestra tarea."

"Conseguimos mucho en estos años -agrega Cristina Lezcano, presidenta de El Ceibo-. Lo que vale es el boca a boca. Es un trabajo de hormiguita. Sabíamos que al principio nos íbamos a morir de hambre. Vivimos de esto. El vecino separa, entrega los materiales a El Ceibo, El Ceibo separa y clasifica y vende a las empresas. De eso viven 53 familias. Ojalá pudieran ser muchas más."

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