lunes, 23 de marzo de 2009

La diversidad en la escuela

Ubicada en el barrio porteño de Coghlan, la escuela Horizontes busca la integración de alumnos con necesidades educativas especiales

Diario La Nación (Argentina). Sábado 21 de marzo de 2009

Los alumnos participan de "La ronda del mate" en donde reflexionan sobre algún tema
"Hoy voy a contar sobre una amiga que tiene problemas para caminar, pero es una de mis mejores amigas. Aprendí mucho con ella, aprendí que no sólo hay juegos para correr, sino también hay algunos que son muy divertidos, pero tranquilos; por ejemplo, jugar con los peluches." El testimonio de Vera, una alumna de sexto grado de la escuela Horizontes, refleja la naturalidad con la que ella afronta la discapacidad de su amiga, que está en silla de ruedas.

Este logro es en gran parte del colegio, que busca integrar a la cotidianidad del aula a algunos chicos con discapacidades. El objetivo es incorporar a la escuela común a alumnos que tienen necesidades educativas especiales, tales como retrasos madurativos, trastornos motores y auditivos, epilepsia y otros problemas de aprendizaje.

El caso de Vera no es el único. "En general, los chicos aceptan rápidamente que no todos tenemos las mismas habilidades. Los prejuicios y la discriminación tienden a llegar ligados a la mirada de los adultos", explicó Laura Popbla, psicopedagoga de Horizontes. Según la profesional, son los padres a quienes más les cuesta entender que una escuela integradora es una escuela pluralista que se pronuncia a favor de la diversidad y la tolerancia.

"Una vez un padre vino a plantearme que un alumno, por tener una discapacidad, no estaba a la altura de su hijo -recordó Teresa Falcón, directora del colegio-. En aquella oportunidad, mi postura fue tan determinante como hoy. En ese caso, debe sacar a su hijo de la escuela", dije.

Falcón entiende que a veces hace falta hablar con los padres para quitarles algunos "miedos lógicos", pero tiene muy en claro que aquel adulto que decida mandar a su hijo a este colegio debe no sólo entender la propuesta ideológica de la institución, sino también apoyarla. Para ella, se trata de una forma de pararse en la vida.

Los prejuicios, reconoció, son uno de los principales desafíos que la escuela debe enfrentar. "Vivimos en una sociedad que discrimina, por lo que el problema es sociológico", afirmó Falcón. Además, la directora destacó otro reto que la institución debe enfrentar: la falta de formación de los maestros para trabajar con chicos que tienen necesidades especiales.

Este obstáculo, no obstante, no siempre lo es. "Trato de hacerles entender a los docentes que, en general, tienen más recursos de los que creen. Lo que les falta es confianza en sí mismos", opinó Falcón. Y para darles a los maestros la seguridad que necesitan, la escuela realiza actividades como capacitación docente, reuniones asiduas para comentar las dificultades que puedan surgir o acompañamiento a los maestros, a cargo de un equipo de orientación.

Son prácticas que reflejan la cultura de la escuela: apoyarse unos a otros y transformar en manifiestos aquellos conflictos que se encuentran latentes. Esta filosofía puede comprobarse también en la ronda del mate, actividad que caracteriza a la institución.

¿Unos mates?
Sentados en ronda, los alumnos toman mate mientras reflexionan sobre el lugar que la televisión tiene en sus vidas. La que realizan es una práctica semanal que busca crear un espacio de diálogo y participación. El fundamento que la sostiene es la creencia de que el desarrollo de las habilidades sociales mejora el clima de la clase y favorece el avance académico.

"A veces la tele te vuelve boba porque estas horas sentada mirándola y perdés el tiempo que podrías compartir con amigos", recapacitó Agostina. En esta oportunidad, el tema propuesto se relaciona con una percepción de la maestra a cargo: los chicos pasan demasiadas horas frente a la pantalla e, inevitablemente, copian modismos y formas de trato agresivas.

"La idea de la ronda del mate surgió porque en un momento de mi vida sentí la necesidad de acortar la distancia que se produce entre la teoría que nos enseñan y la práctica", explicó Falcón. Como ella estaba a cargo de un grupo muy heterogéneo en el que surgían muchas peleas, les propuso a sus alumnos organizarse como una tribu y juntarse semanalmente para charlar de aquellos aspectos que los afectaban como grupo. Así, surgieron Los Mapuchepen y, con ellos, la ronda del fuego.

Los niños, entusiasmados con el emprendimiento, continuaron fantaseando. Bautizaron a cada uno de los miembros de la tribu y crearon la cultura de ese pueblo imaginario. Una de las características de la horda era la costumbre de tomar mate, práctica que incorporaron en las reuniones.

Muy pronto, en la escuela se empezó a hablar de este proyecto que en poco tiempo y, transformado en "la ronda del mate", se convirtió en un plan institucional. La práctica fue un verdadero hallazgo: un espacio que les permitió a los alumnos resolver situaciones conflictivas, compartir sus sentimientos, desarrollar la empatía y mejorar las relaciones interpersonales.

Favorecer el diálogo es entonces una de las formas que utiliza la escuela para lograr la integración. En definitiva, se trata de tener un objetivo claro y caminar por distintos senderos para poder alcanzarlo.

En el caso de Horizontes, el objetivo es la integración. La elección ya está hecha: ellos apuestan a la igualdad.

Por Belén Aliberti
De la Fundación LA NACION


Contactos

Escuela Horizontes : Estomba 2636, Coghlan, Capital , 4543-5591, www.colegiohorizontes.com.ar

Pedro Opeka sacó de la misera a 300.000 personas en Madagascar

Diario Clarín de Argentina. Lunes 23/03/09
Un cura argentino que sabe cómo vencer a la pobreza
Por: Sergio Rubín

Los cientos de chicos escarbando en un inmenso basurero de las afueras de Antananarivo, la capital de la isla africana de Madagascar, le causaron un tremendo impacto. "Acá no hay que hablar porque sería una falta de respeto hacia ellos, sino que debemos ponernos a trabajar", dijo. Veinte años después de aquella decisión, su autor, el sacerdote argentino Pedro Opeka (60), no sólo puede decir que evitó que miles de chicos revolvieran en la basura, sino que posibilitó una vida digna a más de 300 mil personas gracias a la creación de cinco complejos habitacionales, educativos y laborales donde viven hoy de modo estable 18 mil personas.

"Junto con el amor, el respeto y la oración, mi propuesta tiene tres pilares que son la educación, el trabajo y la disciplina", dice Opeka a Clarín con ocasión de una nueva visita al país. Una fórmula que no solo le dio resultado, sino que convirtió a su obra en una referencia ineludible de los organismos sociales de la ONU y la Unión Europea. Y que el año pasado le valió el premio "Solidaridad y Desarrollo" que otorga la fundación italiana San Mateo, distinción que recibió en el Vaticano de manos del propio Papa Benedicto XVI.

Nacido en San Martín, en el gran Buenos Aires, hijo de inmigrantes eslovenos, Opeka aprendió de muy chico el oficio de albañil. Antes de cumplir 17 años ya había construido su primera casa en Junín de los Andes para una familia mapuche. Sacerdote de la congregación de San Vicente de Paul, lleva 34 años misionando en Madagascar, uno de los 20 países más pobres del planeta. Y procurando en las últimas dos décadas que los pobres sean protagonistas de su desarrollo.

"Tuve que ganarme la confianza de la gente, que vieran que trabajaba a la par de ellos, que no les hacía falsas promesas y, entonces, fueron aceptando el desafío", cuenta. Además, los invitaba a rezar, a la misa del domingo, oficiada con una liturgia muy festiva que toma en cuenta la cultura del lugar. ""Hoy tenemos misas a las que asisten con emoción 5.000 personas y constituyen una cita obligada para muchos turistas", dice. Turistas que se convierten en difusores de su obra en el mundo.

Opeka -quien este jueves disertará a las 19 en la Sociedad de Distribuiores de Diarios y Revistas, Belgrano 1732, sobre cómo salir de la pobreza- se sobresalta al referirse al enorme aumento de la pobreza en el país. "Cuando me fuí, en 1968, había un 3 % de pobres y en 2002 se superó el 50%, en un país potencialmente rico", señala. Y concluye: "Hay que ir resolviendo entre todos el tema de las villas construyendo viviendas dignas, urbanizando. Si lo pudimos hacer en un basurero de Madagascar -remata-, también se puede hacer acá".

lunes, 9 de marzo de 2009

Comercio Justo. Una alterrnativa al comercio convencional

Diario La Nación, lunes 9 de marzo de 2009. Columna de Opinión

La actual crisis económica y financiera internacional, de cuya profundización ni los economistas más prestigiosos se atreven a augurar el fin, ha traído al primer plano varios conceptos: comercio justo, desarrollo sustentable, responsabilidad social empresaria y cuidado del medio ambiente, que aunque son bien conocidos no habían logrado todavía ser considerados como herramientas para una posible solución de este fenómeno global.

Es de destacar que todos ellos están sostenidos por una concepción solidaria de la economía que tiene como norte una actitud crítica ante los modelos tradicionales de desarrollo que pueden producir rápidamente riqueza, pero, al mismo tiempo, crean miseria y exclusión en muchos sectores de la sociedad.

De allí que una de las condiciones básicas de esta economía solidaria sea la inclusión. Un modelo económico incluyente es aquel que considera las capacidades y potencialidades de cada individuo con equidad, como base de la construcción de relaciones justas, libres y democráticas en la integración de un desarrollo social. Es comprensible, por ello, que muchas voluntades se vuelquen en la actualidad -insistimos, como consecuencia de los desastrosos resultados a que condujeron al mundo los modelos agotados del capitalismo salvaje- a poner en práctica estas ideas para la recuperación, sobre todo, de las clases sociales más en riesgo.

Por cierto, el concepto de comercio justo existe ya desde hace bastante y nació, paradójicamente, de la situación de exclusión y explotación de numerosas comunidades en todo el mundo, como una alternativa al comercio convencional, porque al acercar el productor al consumidor evita la cadena de intermediarios.

Los expertos coinciden en que son tres las condiciones básicas que definen una transacción de comercio justo: la relación directa entre productor y consumidor, sin intermediarios o especuladores; un precio "justo", es decir, el que permite al productor y su familia vivir dignamente de su trabajo, y el establecimiento de relaciones y contratos de largo plazo basados en el respeto mutuo.

Por supuesto, una consecuencia directa de esta forma diferente de comprar-vender es la creación de consumidores mucho más responsables y solidarios, que finalmente se benefician en todo sentido, al adquirir productos nobles, de los cuales no sólo conocen el origen, sino también a quienes los hacen. Un consumidor responsable será también aquel que esté atento a saber si en el proceso de producción se han respetado las condiciones de seguridad y salud del trabajo, o del medio ambiente, si hubo equidad de género y si no hubo explotación infantil.

En América latina ha tenido un desarrollo notable en los últimos años. Rápidamente han surgido redes y articulaciones locales, nacionales y continentales, con distintos grados de avance y de impacto, y muchas han logrado establecer también relaciones fuera del continente, especialmente con Europa.

También hay un fuerte surgimiento de mercados locales latinoamericanos. Después de Ecuador y Brasil, donde se ha desarrollado más, según un estudio realizado por la organización internacional Avina, el fenómeno se está abriendo progresivamente paso en la Argentina. Incluso podría decirse que va de Norte a Sur. Por ejemplo, en Abra Pampa, provincia de Jujuy, está la ONG Warmi Sayajsunqo, que agrupa a varias comunidades indígenas y que creó un sistema de créditos único en la zona basado, fundamentalmente, en la confianza. En diez años de trabajo, se revitalizó la producción de la tierra y se fomentó la vuelta a las raíces aborígenes.

Algo parecido logró la Asociación Adobe en el monte quichua-santiagueño de Santiago del Estero, donde se recupera el trabajo, las técnicas, el diseño y los colores de las teleras, que se enseñan en una escuela de telar; otro tanto puede decirse de la fundación Silataj, la entidad sin fines de lucro cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida y promover un mayor desarrollo económico y social para los pueblos originarios del norte argentino, como los wichis, collas, chanés, pilagás y tobas. Finalmente, en el Sur, el Mercado de la Estepa, ubicado a pocos kilómetros de Bariloche, cumple una función similar con los artesanos de la zona, y en estos días su ejemplo ha sido seguido por una organización en San Antonio Oeste, Viedma.

Estos son sólo ejemplos locales de un proceso en construcción, que lentamente se extenderá a todo el mundo. El crecimiento del denominado comercio justo demuestra que es posible un mayor equilibrio en el comercio mundial; viene a resaltar la necesidad de un cambio en las reglas y prácticas del comercio convencional, y enseña cómo un negocio exitoso puede, también, dar prioridad a la gente, porque de eso se trata.

Habitat para la Humanidad. El sueño de la casa propia

Una organización que les da techo a los más necesitados
(La Nación, lunes 9 de marzo de 2009)
Hábitat para la Humanidad asiste a 200 familias en la construcción

Los Miranda, felices con su primer hogar
Belén Quellet
Fundación LA NACION


"Me voy a mi casa", le dijo Edgardo Miranda a su empleador, después de 15 años de trabajar de casero sin haber abandonado nunca el lugar de trabajo. Por primera vez podía irse a su casa, la propia, construida con la ayuda de Hábitat para la Humanidad ( www.hpha.org.ar ). Para Edgardo, su esposa Sandra y sus hijos Iván y Guido, vivir en una casa como propietarios merecía correr el riesgo.

Su empleador lo dejó ir, pero le pidió que volviera a trabajar todos los días. Ahora, con las dos cosas básicas que dignifican la vida de un hombre -la vivienda y el trabajo- esperaron a Camila, que se sumó a la familia poco después de la mudanza.

"Teníamos dos hijos varones y queríamos tener otro hijo, pero decidimos esperar hasta tener la casa propia", explica Edgardo.

La de los Miranda es una de las casi 200 familias beneficiadas por los programas de Hábitat para la Humanidad. Fundada en 1976, por un matrimonio de Georgia, Estados Unidos, esta organización no gubernamental ha construido más de 225.000 viviendas en 92 países. En la Argentina, surgió hace seis años y ya cuenta con cuatro sedes: Luján, Santa Fe, Región Metropolitana y la de coordinación nacional, con oficina en Acasusso, partido de San Isidro.

Las familias pueden recibir ayuda para construir desde cero su vivienda o para mejorarla. "En estos seis años, hemos aprendido que HPHA es una pieza tan mínima como esencial en el proceso de gestión de una solución habitacional. Mínima, porque brinda tan solo una oportunidad, y esencial, porque pone en acción, el amor y la fe de tantos actores de la sociedad", resume Ana Cutts, directora nacional de la organización.

El proceso de construcción suma la colaboración de vecinos, otras familias beneficiarias y brigadas de voluntarios, tanto del país como del exterior, además de grupos de empleados de empresas. Edgardo Miranda forma parte de las brigadas cada vez que sus tiempos y su trabajo se lo permiten. Si él no puede ir, van su esposa o sus hijos.

Gracias al apoyo dado a los damnificados por las inundaciones en Santa Fe, en 2003, y las respuestas brindadas por la organización en el nivel internacional en desastres, como los que sobrevinieron con el tsunami del sudeste asiático, en 2004, y con el huracán Katrina, en 2005, han adquirido una importante experiencia en la ayuda en catástrofes.

Para hacer uso de estos saberes, Hábitat para la Humanidad Argentina ha puesto en marcha su plan de apoyo a las familias afectadas por el desastre de Tartagal. Los voluntarios acompañarán a las familias en su retorno a casa, con todo lo que ello implica: contención, limpieza de casa y relevamiento de la situación habitacional.

Para más información, habilitaron el e-mail: tartagal@hpha.org.ar

martes, 3 de marzo de 2009

Energías renovables con origen en el campo.

Diario La Nación. Suplemento Campo. Sábado 3 de enero de 2009


Productores / Industrialización en origen y valor agregado
Inyección de energía propia
En Adolfo Gonzales Chaves, el agricultor Jorge Lucea transforma sus granos en biodiésel para autoconsumo y ahorra gastos en insumos; también apunta a la diversificación de cultivos, como la arveja, para ampliar el horizonte productivo


Jorge Lucea en la planta de biodiésel que produce hasta 6500 litros por día

ADOLFO GONZALES CHAVES.- Si hay algo que caracteriza a muchos productores argentinos es la capacidad para armar estrategias a partir de una necesidad concreta. Esa habilidad, intrínseca a empresarios inquietos y dispuestos a crecer, es la causa fundamental de que en los últimos años se hayan multiplicado experiencias impactantes. Desde la incorporación de nuevos cultivos, rotaciones, manejo y tecnologías para ser más eficientes en el uso de los recursos, las combinaciones de innovaciones se cuentan por decenas.

Hoy, con el petróleo como una fuente que se va a agotando y el trasfondo de los faltantes de gasoil que se han observado en recientes campañas, más productores se están planteando encarar el autoconsumo con recursos renovables como los biocombustibles sobre la base de cultivos.

Precisamente, en esa empresa está embarcado Jorge Lucea, productor de Adolfo Gonzales Chaves. Lo hace por una necesidad de contar con combustible siempre y, según dice, trabajar con un producto renovable. Allí siembra, tiene una planta de biodiésel en su campo, y utiliza todo el biocombustible para su camioneta, camiones de transporte, tractores y todas las tareas a campo, hasta la cosecha. Todo allí se mueve con biodiésel; incluso el grupo electrógeno de la planta se alimenta con él. En el fondo, le está tratando de agregar valor a lo que hace, con una especie de industrialización en origen.

Se estima que a nivel país ya hay poco más de una decena de plantas instaladas para autoconsumo, si bien se desconoce si todas están en funcionamiento. Habría, además, un número no definido en construcción.

Como recuerda la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio) en su página de Internet, el biodiésel se hace a través de un proceso químico llamado transesterificación, con el cual la glicerina es separada de las grasas o de los aceites vegetales. Continúa con un proceso de decantación con posterior destilación y purificación. "Este proceso arroja dos productos: ésteres metílicos (el nombre químico del biodiésel) y glicerina (un subproducto generalmente usado en jabones y otros productos)", dice Carbio.

El abanico de cultivos que Lucea ha utilizado para producir biodiésel es bien amplio. Girasol, colza y soja son algunos ejemplos, mientras se apresta a probar con cártamo. Esta campaña sembró 60 hectáreas. Una pequeña porción irá para biocombustible y el resto lo venderá a una empresa exportadora. El cártamo es muy resistente a la sequía, desarrolla plantas fuertes, raíces con una importante capacidad de exploración y requiere menos insumos; alrededor de un 30/40 por ciento menos de fósforo que el trigo. Aquí se lo siembra a mediados de agosto y libera el lote a mediados de enero. Lucea ha tenido experiencias de rindes en torno de los 2000 kilos por hectárea.

Con todo, hoy con la siembra de 150 a 200 hectáreas de cultivos para biocombustibles cubre con holgura sus necesidades. Según sus números, produce 1000 litros de aceite con menos de 3000 kilos de girasol, con 8000 kilos de soja o con 2300 kilos de colza. Para cártamo cree que va a requerir alrededor de 3000 kilos. En el caso de la soja, otros especialistas creen que para producir 1000 litros de aceite hay que moler al menos 9500 kilos de la oleaginosa.

A grandes rasgos, dice que en este momento su biodiésel le cuesta entre un 15 y un 20% menos que el gasoil (2,10/2,20 pesos el litro del primero versus 2,47/2,50 del segundo, según precios en la zona). Con un consumo anual de combustible de 270.000 litros, hace sus propias cuentas. "Me voy a economizar unos 40.000 litros; en plata son unos 84.000 pesos", afirmó. Cree que con cártamo la producción va a ser más ventajosa. "Va a ser más económica; quizás un 10 por ciento menos", señaló.

Al margen del atractivo de los números, Lucea prefiere mirar otro costado de su experiencia. La faceta renovable, no contaminante como los combustibles fósiles y biodegradable de este biocombustible. "Tenemos que empezar a manejar todo para que haya menos contaminación. Para mí lo importante es no contaminar; eso es fundamental", explica a este cronista.

Hacer desde la necesidad
Pero su historia con el biodiésel nació desde una necesidad. Preocupado porque hace unos años en esa región comenzó a escasear gasoil, Lucea comenzó a pensar en hacer su propio combustible. "Encargabas 10.000 litros de gasoil y te entregaban 2000", recuerda hoy.

Lo primero que hizo fue agruparse con unos productores de Tres Arroyos para la construcción de una planta en esa localidad. Pero luego se retiró de esa sociedad y decidió armar una propia. Así, en marzo de 2007 contactó a una empresa cordobesa especializada en este tipo de fábricas y en octubre ya la tenía instalada en su explotación. Aunque prefiere no comentar el monto de la inversión, acepta decir que la amortizará en tres o cuatro años.

Lucea hoy posee una planta con mayor capacidad que la que requiere: puede producir entre 6000 y 6500 litros diarios del biocombustible, pero él necesita poco menos de 1000. Con todo, forma parte de un pool de productores que están evaluando la alternativa de la exportación. En su caso, la capacidad excedente podría tener ese destino. Por sus características, se trata de una planta de tamaño mediano.

"Mientras tanto, uso el biodiésel para todos mis motores (con el biocombustible rinden un 4% menos, según explica; igual afirma que el biodiésel es entre 50 y 60 veces más lubricante)", repite. Lo utiliza puro. "Todo funciona perfecto", subraya. Permanentemente está realizando análisis y en uno de los últimos recibió la noticia de que la calidad de su producto se encuentra, según afirma, dentro de las normas europeas para este producto.

En realidad, Lucea tiene armado un circuito que hace posible la producción en el campo. Cosechados los granos, los lleva a una planta de extracción en Benito Juárez, a 50 kilómetros (el productor no tiene prensa en su explotación, pero la idea es contar con ella en algún momento). La empresa de Benito Juárez, que hace alimentos balanceados, le compra la harina y él regresa al campo con el aceite, donde posee un tanque de 40.000 litros para almacenarlo. Otro tanque de 40.000 litros sirve para guardar el biodiésel ya procesado (ver infografía).

Inquieto, Lucea también está trabajando fuerte para darles una salida a los subproductos. El jabón es una opción. "Ya hemos logrado como una crema para lavarse las manos en los talleres y la idea es que alguien lo envase", cuenta. Sería un ingreso extra que podría tener.

En origen
Pero hay más: con el glicerol ha realizado diversos trabajos para evaluar su funcionamiento como glifosato. A campo no tuvo éxito: demoró mucho el secado de las malezas; tres veces y media más que el glifosato. "Igual esto se puede mejorar", se aventura. "Pero como coadyuvante anda muy bien (usa un litro por hectárea junto al glifosato)", agregó.

Lucea es, de algún modo, un productor todoterreno que cree que hay que agregarle valor a la producción en origen. Y de ahí que se esfuerza por ampliar el negocio. "Si en vez de vender el grano de soja o girasol comercializamos el aceite, las cosas pueden ser distintas. No tenemos que quedarnos con una cosa, sino buscar hacer varias", afirmó.

A tono con las idas y venidas a las que está expuesto el campo por la política oficial, Lucea cierra con una frase elocuente. "Con el cambio de las reglas de juego, en este país uno debe estar entrenado para todo", señaló. En ese contexto, él ha logrado suplir los faltantes de gasoil con un combustible propio y, además, comenzar a explorar alternativas de negocios.

Por Fernando Bertello
Enviado especial

Un cura que creo un emporio gastronómico con claro perfil social

Diario La Nación. Domingo 1 de marzo de 2009. Suplemento Enfoques

Innovadores
Luis de Lezama, el cura que creó un emporio gastronómico
En los años 60 creó un restaurante en Madrid para promover el empleo y la formación profesional de jóvenes marginales. Hoy preside un grupo empresarial que tiene 21 locales, emplea a 600 personas y pone el acento en la capacitación de sus empleados

El "cura empresario", "el cura innovador" o simplemente "el cura", Luis de Lezama no es un sacerdote más en España. Preside un grupo económico a cargo de 21 restaurantes (dos de ellos en Estados Unidos), un resort de lujo y tres escuelas de gastronomía y hotelería: en total, 600 funcionarios y 17 millones de euros de facturación por año. Raro para un hombre de sotana, y mucho más cuando dice que ha levantado su negocio sobre la misma base que una misa. "La justificación de mi empresa no está en la ambición de dinero o popularidad, sino en el mensaje evangélico", asegura el sacerdote de 72 años, quien pasó unos días en Uruguay con la triple finalidad de descansar, escribir un libro y casar a Hilario, hijo de su amigo Roberto Canessa, sobreviviente de la tragedia aérea de los Andes.

La historia se remonta a finales de los años 60. En una España deprimida, con Francisco Franco en el ocaso de su gobierno, De Lezama era cura en Vallecas (Madrid), donde abrió un albergue para jóvenes marginales, en su mayoría "maletillas", chavales que sueñan con convertirse en toreros y quedan al cabo sin corrida y sin estudios. Como una de las máximas del sacerdote refiere a nunca pedir limosna, él y esa veintena de jóvenes vivían como recicladores. "Ibamos a la rebusca, la busca (de basura) era para los privilegiados. Y vivíamos de las chatarra, los cartones, papeles viejos". La otra máxima de Lezama se ha transformado en lema del grupo empresarial: "No dar peces, sino enseñar a pescar". O a cocinar, administrar y dar un buen servicio. Así surgió la idea atrevida de abrir un restaurante para que él y esos jóvenes pudieran producir. Un amigo consiguió el local, él pidió licencia de sacerdote y en 1974 se inauguró La Taberna del Alabardero, en Madrid, frente al Teatro Real.

Allí comienza una expansión casi milagrosa en la que un cura que no sabía de cocina y unos jóvenes que no sabían nada de nada pusieron la primera piedra de una de las cadenas más prestigiosas de España. "La Taberna era frecuentada por intelectuales, periodistas, políticos. Y muchos que venían del exilio. Uno de ellos, un tal Isidoro, resultó que era Felipe González. Allí empezó a gestarse un nuevo estilo de sociedad, de democracia y también de restaurante. De aquellos con mantel de hilo o casas de comida de hule surgió esta taberna donde se comía la cocina de la abuela."

Con esa misma impronta, el crecimiento no ha parado hasta hoy, con la última sucursal recién abierta en Seattle (EE.UU.), pese a la crisis. Pero justo en la cúspide, De Lezama abandonó el grupo empresarial que dirigió por 35 años para volver a calzarse la sotana y transformarse en párroco, aunque mantiene la presidencia de la compañía y de su fundación. En 2005 le asignaron una parroquia en el barrio madrileño de Monte Carmelo.

La tercera actividad del cura es el periodismo. Lo estudió y ejerció para financiar el albergue de "muletillas". En 1972, como periodista de la agencia EFE, viajó a Uruguay para entrevistar a 16 muchachos que habían sobrevivido 72 días los Andes. A la vez, produjo un curioso reportaje con el movimiento Tupamaro, uno de los pocos que dio la guerrilla uruguaya mientras estaba en actividad.

A Uruguay lo prefiere en verano, cuando se toma unas vacaciones. En casa de los Canessa, distendido en un sillón, habla de negocios, de la crisis, y de algo clave para él: el capital humano. Pero también de la liturgia, la fe cristiana y de cómo y por qué en Uruguay pululan las sectas. Lenguajes y ámbitos en apariencia muy distantes, pero pareciera que este cura innovador logra unir lo que el hombre ha separado.

-¿Cómo es que un sacerdote termina siendo empresario?

-Después del Concilio Vaticano II, surge en España un grupo de sacerdotes muy preocupados por lo social. En 1962 yo estaba en un pueblecito llamado Chinchón y empecé a acoger a muchachos marginales, que no sabían quiénes eran y todo eso se traslada después a Vallecas, donde abro un albergue. Pero luego cambia el cariz de todo esto cuando dijimos: "Vamos a vivir de nuestro trabajo". Y en 1974 abrimos la Taberna del Alabardero. Contratamos a un chef vasco, como yo, y nos pusimos a trabajar en un tiempo en que se fraguaba un cambio en España. Franco estaba en sus últimos momentos y por las pocas mesas de la Taberna pasaron la mayoría de los intelectuales de la época.

-¿Pero se imaginaba el crecimiento que tuvo luego?

-No nos imaginamos nada. Teníamos esa idea de transformar la Taberna en una escuela de formación humana, de valores, que hoy es tan importante en una España que se ha hundido en la cultura del pelotazo económico, de proyectos que ganaban mucho dinero de la noche a la mañana y que hoy ha estallado, dejando cuatro millones de desempleados.

-De ahí que usted haya afirmado que su empresa es una especie de extensión de su servicio como sacerdote...

-Estoy convencido de que no hubiera hecho nada de esto si no hubiera sido sacerdote. La justificación de mi empresa no está en la ambición, el deseo de ganar dinero o popularidad; está en el mensaje evangélico.

-Es una vía poco ortodoxa...

-Puede ser, pero la Iglesia en estos tiempos debe ser más activa en su misión de ir a buscar a aquellos que están lejos de la fe. Claro que es más fácil volver a la rutina. La liturgia es parte importante de la pastoral, pero no podemos quedarnos en eso. Necesitamos una pastoral de comunicación, de comunidad, y eso rompe con la rutina. He visto en muchas ciudades, en Madrid y otras, que las iglesias están cerradas durante todo el día. Las abren media hora antes de la misa y luego las cierran. Yo no conozco ningún negocio que cerrado produzca.

-¿Cuál es su concepto de empresa?

-La empresa es mucho más que el lugar donde se gana el dinero para vivir. Es una segunda familia, donde uno tiene que trabajar y tiene que haber un respeto a los valores de cada uno. Si la fregadora de la Taberna del Alabardero en Seattle, la última que ha abierto, para el tren de lavado, todo se paraliza.Este conjunto de equipo hace que si el chef realiza buena comida, el maitre ofrece un buen servicio, la señora que frega los platos lo hará con más ilusión si hay esta armonía que si estamos en esa especie de lucha social interna. Desgraciadamente, no nos hemos dado cuenta de que la lucha de clases se ha perdido. Hoy estamos en otra coyuntura y a veces, en la carencia y dificultad, aprendemos que la fregadora puede ser mi mejor compañera, que debe tener un sueldo equilibrado y que no la puedo maltratar. Esto muchas veces se ha aprendido con sangre.

-¿No ha tenido problemas con los sindicatos?

-No. Pero los sindicatos hoy deberían cambiar. Tendrían que ser los principales responsables de la educación y cultura del pueblo para la formación profesional y no dedicarse a buscar dádivas del poder, que por cierto les tapa la boca con dinero. Hoy, muchos sindicalistas tiene la boca tapada con millones. Y los sindicatos, cuando se juntan con el poder, pierden su fuerza. Lo mismo pasa con la Iglesia: cuando se liga al poder, pierde sus valores espirituales. Por eso, una Iglesia controvertida, en difícil relación con el poder, siempre será más sincera, más auténtica y más cristiana.

-¿Tiene detractores dentro de la Iglesia?

-Siempre hay gente que ve las cosas de otro modo. Me he sentido prejuzgado, que hacía esto por dinero, por popularidad, hasta para conseguir chicas (risas).

-Está escribiendo un libro cuyo título será El capital humano , ¿a qué se refiere?

-Aquí, en Punta Colorada, he avanzado bastante con ello. El capital humano es el valor del equipo que forma una empresa y su proyección. La cuenta de resultados de una empresa que no tenga en cuenta hoy el capital humano y la investigación y desarrollo, la I+D, se muere. Y se muere más rápidamente que antes.

-¿En qué gasta su empresa los 17 millones de euros que factura?

-En esto. Tenemos tres escuelas de hostelería con nivel universitario y estamos por abrir otras dos. También armamos una fundación, que es civil y no religiosa, dedicada a la formación del ser humano y que da acogida un poco a lo que he venido haciendo desde 1962. No podemos parar, cuando uno está trabajando con jóvenes no se puede venir abajo. Las cuentas de resultado no van a mejorar si uno se pone triste, serio, cabizbajo; hay que echarle mano a la imaginación.

-Para muchos, la figura del empresario se asocia a alguien sin sentido social, ¿cómo ha lidiado con esto siendo cura?

-Ya no hay más lucha de clases. Habrá empresarios buenos y malos, pero esa idea del empresario como mal social, causa de todos los problemas, cuando los países no eran cultos tenía chance para los políticos de izquierda. Pero hoy que el nivel de cultura, en España, en Uruguay y en muchas partes, ha avanzado, eso me parece una cosa del Antiguo Testamento. Los jóvenes están hartos de discursos y palabras huecas. Los contenidos son más reales, rápidos y eficaces. Hay que crear ideas. "Enseñar a pescar, no dar peces". Lo dice el Evangelio.

Miguel Bardesio
EL PAIS/GDA


Quién es
Nombre y apellido :
Luis de Lezama

Edad :
72 años

Sacerdote y periodista:
Nació en la provincia vasca de Alava, en España, en 1936. En 1962 fue ordenado sacerdote, luego estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y durante varios años dirigió programas radiales religiosos.

Empresa solidaria:
En 1974, junto con jóvenes marginales, fundó el restaurante Taberna del Alabardero, en Madrid, renunció a la función eclesiástica y creó una fundación que administra el exitoso grupo empresarial que aún preside.